jueves, 22 de diciembre de 2016

Ayer fui a trotar


Ayer fui a trotar al parque porque quería olvidar, quería dejar atrás todo y a todos por un momento, aunque solo sea una ilusión temporal.
Quería correr tan rápido como mi cuerpo me lo permitiera para que la brisa moviera mi cabello y enfriara mis pensamientos pero no lo hice, solo trote un poco, a paso lento pero firme. Me sentí sola pero tranquila, agotada pero no fastidiada.
Por un breve instante Sonreí, estando sola frente al lago de los patos mientras los contemplaba nadar; mi sonrisa no tenía significado alguno pero estaba ahí. ¿Quién la invito? No lo sé, solo sé que fue un reflejo de lo que realmente había en mi corazón y por un instante me sentí completa, tranquila, no necesitaba nada ni a nadie. Todo estaba bien.
Mire el cielo y me pareció más azul que de costumbre y un rayo de sol me cegó por segundos hasta que una nube lo cubrió y me distrajo, seguí trotando por el sendero y una pareja de ancianos que caminaban tomados de la mano me hicieron sonreír de nuevo, y muchas cosas pasaron y muchas personas se cruzaron en mi camino siendo todos desconocidos y luego ya no quería correr ni huir, fui ralentando el paso hasta que comencé a caminar lentamente aun sin rumbo. Me engaño al decir que estoy curada, que mi desesperación no regresara, siempre está ahí oculta esperando para atormentarme pero ya sé que solo debo trotar un par de horas en el parque y todo pasara.
Concluí que correr es sano para el cuerpo y el alma y que estar sola no significa que realmente lo estás, te tienes a ti mismo, el ser más preciado e importante.
Nadie te amara como tú mismo te amas.

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