Respiro profundo mientras me introduzco al bosque, la brisa acaricia
mi rostro y hace bailar mi cabello al ritmo de los rayos del sol que se cuelan
entre las hojas de los árboles.
Me detengo en lo que creo es el centro del paraíso y con mi
mano acaricio la textura de mi compañero, la corteza áspera es como un hermoso
traje que cubre su noble alma, esta vez ambas manos se depositan en el mientras
mis ojos lo recorren desde sus raíces que sobresalen hasta las hojas que me hipnotizan
con suaves movimientos.
Hecho un rápido vistazo a mi alrededor y veo como los demás se
preparan para bailar en esta impresionante fiesta sin fin de vida donde todos
somos invitados de honor. Algunos se decoran con vida otros con descanso y el
hogar de aquellos que dentro de sí albergan y protegen sin negarse ni cobrar el
favor.
Giro en el centro del baile percibiendo la música atraída por
la brisa y los nuevos invitados que me arrullan con sus conversaciones, los pájaros
acompañan con sus cantos y sin darme cuenta alguien puso su pie en mi camino,
al caer escucho el crujir de las hojas bajo mi cuerpo. Tendida en el suelo veo
que mi tropiezo fue causado por un ser de hojas amarillas, que brillan como el
primer rayo de sol en la mañana.
Debo irme de la fiesta aunque no quiero, pero anochecerá y
nuevos invitados llegaran, la fiesta no cambiara y aunque solo será para
adultos, seguirán eternamente bailando al ritmo que toca la brisa, días pasaran
y nada cesará porque siempre habrá una fiesta en el bosque.